El yoga trabaja todo el organismo, no solo una parte. Así que integrar en nuestra rutina una práctica regular de yoga nos ayudará a mantener ese equilibrio interno tan importante para sostener y fortalecer el sistema inmunitario.
Además, con la práctica de asanas estimularemos la circulación sanguínea y la linfática para eliminar toxinas del cuerpo y llevar oxigeno a todas nuestras células, movilizando la musculatura de la caja torácica para ampliar la respiración y aumentar nuestra capacidad pulmonar.
Si pasamos la mayor parte del día sentados o con diferentes partes del cuerpo en tensión, se pueden generar bloqueos y acumulaciones de toxinas.
Con las extensiones descongestionamos el pecho y recargamos los riñones.
Las torsiones estimulan y reequilibran el sistema digestivo. Un sistema digestivo sano fortalece nuestro sistema inmune.
Y por supuesto los ejercicios de respiración (pranayama) contribuyen a mejorar nuestra respiración, a tonificar la musculatura implicada y a ampliarla, oxigenando así todo el organismo y haciéndonos más resilientes.
Si añadimos a nuestra rutina la meditación, bajaremos las hormonas del estrés y aumentaremos los niveles de endorfinas promocionando un estado de salud general.
Y por último, las posturas de descanso (a veces infravaloradas), Savasana y otras posturas pasivas, son esenciales para estar en contacto con nosotros mismos, devolver y mantener nuestro equilibrio interno, y así responder de forma adecuada cuando se genera algún desequilibrio interno.