El yoga comprende un conjunto de prácticas que sirven para ir adquiriendo buenos hábitos cognitivos, afectivos y de acción y erradicando hábitos perjudiciales.
Desde el punto de vista del yoga, un hábito es bueno cuando nos ayuda a manifestar el potencial infinito de sabiduría y amor que todos tenemos en nuestro interior. Por el contrario, un hábito es malo cuando dificulta la expresión de ese potencial. La práctica intensa y cuidadosa de las técnicas del yoga va transformando nuestro sistema de hábitos y, en consecuencia, nos va transformando como personas. Este dinamismo de la práctica hace que esta no sea algo meramente repetitivo sino que constituya un camino en el que se parte de una determinada situación vital y uno se va desplazando poco a poco hacia otra forma distinta de ver las cosas, de sentirlas y de relacionarse con ellas; es decir, de vivir.
Por tanto, el yoga no es solo una disciplina que se practica, sino un modo de vivir. Y tampoco es solo un medio que se emplea para conseguir algo, sino el fin al que se aspira y que nos atrae. Ese estado supremo de Yoga, esa plenitud absoluta a la que aspiramos todos los seres consciente o inconscientemente, se va revelando gradualmente bajo la forma de lo que llamamos la práctica del yoga.
Por eso, el yoga no es solo algo que hacemos nosotros en nuestra esterilla, sino el proceso de autorrevelación y auto – observación en cada uno de nosotros. El verdadero Yoga es el estado en el que nuestro potencial infinito está completo y despierto. Y cada mínima práctica de yoga que realizamos, por modesta que nos parezca, es una expresión de esa plenitud.